Beatles Bike

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miércoles, 15 de enero de 2014

La bici de una vida

Esta foto la he tomado el 15 de enero de 2014 en el reino de los coches, en el aparcamiento de una gran zona comercial de San Juan de Alicante.

Es el único y esencial medio de transporte de un señor, ya mayor, que toda su vida ha sido portero de un edificio de apartamentos en la playa de Muchavista (de ahí el óxido).

Es la bici de una vida. La lleva usando desde que yo era niño y entonces ya era antigua. Es decir, seguramente más de 40 años y probablemente más de 50 años. Si no me equivoco casi todos los componentes son originales. También es original y antigua la solución para cargar bultos: una sencilla caja de madera.

Esa bici ha vivido los tiempos en los que la bici era el único medio de transporte para los trabajadores, los tiempos en los que la bici fue una especie en extinción, los tiempos de la bici con uso recreativo y la nueva etapa del ciclismo urbano. Fiel compañera de su propietario durante tanto tiempo, que siempre la ha usado con los mismos fines, sin sucumbir a tendencias.

Lo mejor es verle pedalear sobre ella. Armonía, parsimonia, simbiosis, elegancia, pero no quise hacerle la foto.

Espero que os guste


4 comentarios:

  1. Tengo recuerdos muy vívidos de mi abuelo paterno. Conviví con mi abuela y con él durante más de 15 años en una planta baja donde un jazminero y una parra se enredaban en el entramado alto del patio. A las 14.30 de cada día llegaba mi abuelo a la casa. Solía traer siempre algo: naranjas, mandarinas, limones o una gavilla de alfalfa. Aunque estaba jubilado, cuidaba un huerto en el centro de San Juan y visitaba algunos otros huertos donde echaba una mano.

    Yo ya había comido y pasaba el rato antes de ir a clase esperando que llegase.Y llegaba con una enorme bicicleta que ni dos niños éramos capaces de mover y la entraba hasta el salón de la casa, donde tenía su lugar entre las sillas y la pared. Los nietos creíamos que la bici del abuelo era de hierro (como creíamos que era su salud). Iba a besarle, apartaba su palillo y me sonreía. Siempre.

    Por la tarde ya no salía, se quedaba en casa y en el patio, arreglaba la bici, le ponía grasa a la cadena, la limpiaba y la devolvía a su lugar privilegiado en el salón. Nunca tuvo coche. Siempre se movió en carro o en bicicleta, incluso cuando huía de la Guardia Civil en los tiempos del estraperlo. A veces hablaba de los tiempos que para él no eran tan lejanos. A mí me divertía. Creo que a él también.

    Una vez le robaron la bicicleta y los nietos y los chavales y chavalas de la calle (¡decenas!) nos lanzamos a buscarla y unos chiquillos la encontraron en una acequia cercana al campo donde solíamos jugar. Tenía la dinamo rota, pero daba igual.Seguramente llegaron hasta allí con ella. Es que no para moverla había que ser muy mi abuelo.

    Cuando el médico le dijo que ya no podía ir en bicicleta lloró como un niño. Sólo le había visto llorar una vez antes, cuando le dijeron que había muerto su amigo Quintín. Dejó la bicicleta en el salón y estuvo semanas con un humor de perros. Unos meses más tardes, la bicicleta no estaba en el salón cuando llegué del colegio. Le pregunté a mi abuela y me dijo se había ido en un despiste de ella.

    A veces pienso cómo tuvo que ser el la última vez, el último viaje, la última vez que pedaleó por las calles del pueblo hasta llegar al huerto. Dejó allí la bicicleta. Regresó caminando haciendo las paradas habituales en los bares de siempre. Llegó a casa a las 14.30, contento. Apartó el palillo y me besó.

    Cuando sus días tocaban a su fin, llegué a verle una mañana de sábado. Él estaba muy orgulloso de mí, era mi primer año estudiando en la universidad. Estaba en un bar cercano a casa y pasamos la mañana sentados alrededor de una mesita, al sol. Casi no hablamos. Se terminaba su tiempo, pero nunca pensé que sería tres días después.

    El huerto se convirtió, años más tarde, en un bloque de edificios y la memoria de mi abuelo y su bicicleta en los recuerdos más felices de mi infancia.

    Le imagino pedaleando. Para mí es suficiente.


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    1. Gracias por compartir y ayudarnos a recordar a través de tus recuerdos. Eres muy grande.

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  2. Me envía Rafa este comentario que no ha podido colgar por problemas con los filtros de blogger. Lo copio:

    "Con permiso, La foto de la bicicleta me hace recordar una historia, que ante la mediocridad del escribiente, intentaré relatar lo mas conciso posible, para no aburrir al bloguero/lector. Corrían los años de la postguerra española, cuando un labriego de un pueblo cercano a la ciudad de Alicante y, tal vez, como celebración de haberse librado de esa contienda por meses, aprovechando unos ahorrillos conseguidos trabajando desde que casi tenía uso de razón, decidió comprarse una bicicleta, la cual le venía perfecta para sus recorridos desde el pueblo a su lugar de labor, no menos de 5 km (de ida y otros tanto de vuelta) tras trabajar, como según cuenta la leyenda, “de sol a sol”. Pasaron los años y por un golpe de suerte, o por cultura (de la época), es decir sabía las cuatro reglas, o por los menos 3 y media, pues las divisiones no las terminaba de dominar consiguió un puesto fijo de ferroviario, trasladándose su lugar de trabajo a Alicante capital, no siendo así su vivienda que seguía manteniéndose en el mismo lugar, por lo que la distancia a recorrer se transformó en +/- 20 km de ida y otros tantos de vuelta, por lo que la susodicha bicicleta se convirtió en su mejor herramienta de trabajo. Todo pasaba con tranquilidad, pero hasta que vino, como decía él, “lo inevitable. Tuvo 3 hijos. No teniendo carnet de conducir la bicicleta se convirtió en transporte y hasta “carretilla” para toda la familia. Ahí si tuvo que tomar una decisión importante y se compró una casita en la capital, la cual la estuvo pagando durante…… no sé, una eternidad. Era curioso ver a toda la familia, con su bicicleta bordeando las vías del tren, para comprar al “economato” situado en los tinglados de la estación, recientemente derribados. Una vez realizada la compra volvían todos con bolsas, capazos… y la bicicleta con un capazo que soportaba un peso que podría rondar los 50/60 kg. , o por lo menos eso parecía. Una vez jubilado y ya que el hijo pequeño “decidió” seguir estudiando en un alarde de generosidad, y cuando él ya estaba pensando en una moto, se le regaló una BH (creo recordar que casi de señorita). Como el hijo era un poco, digamos “rebelde” le quitó los guardabarros, para parecer mas molón, cosa que enfureció al padre, y además al hijo, el cual dijo algo que sorprendió a toda la familia: “Pues me quedo con la bicicleta vieja y la nueva para ti”. No sé si como escarmiento o porque creía que iba a dar su brazo a torcer el señor aceptó la oferta del hijo. Como ya comenté el hijo era pelín rebelde, y según cuentan iba a sus clases con su bicicleta, y para mas coña, apareció por el instituto vestido “de domingo” con su corbata, pero con el detalle de las abrazaderas para las perneras de los pantalones, que evitaban mancharse de grasa, y no así del óxido. Un día se le vió bajar de San Juan por la Cantera haciendo carreras con las Vespinos y Variants de la época. “Na, pa haberse matao”. Una vez fallecida esta persona, y el hijo habiéndose ido a vivir a una vivienda sin ascensor, esta bicicleta se la quedó la madre, que al tiempo se la regaló a uno de sus sobrinos, el cual la vendió para chatarra. Una pena, sus frenos de varilla, su dinamo, su bomba con los mismos años que la bicicleta, (ahora tendría unos 80 años.) Sirva la presente, como homenaje a ese labriego, y mas tarde funcionario, que compartió esa bicicleta y algo mas con su hijo, el cual, según dicen las malas lenguas se dedica a “traficar” con papeles, para arriba y para abajo en una universidad pública (Dios mediante)"

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    1. Me vais a hacer caer en el tópico: lo mejor de este blog es su público. Qué grandes historias. Muchas gracias por compartirlo. Me ha gustado mucho.

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